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Mostrando las entradas de septiembre, 2010
Soñé contigo otra vez, con esos ojos de cielo y de tierra de labriego, con esa voz de pan, de sal. Caí de rodillas ante tu rostro que siempre ha sido, Dios me perdone, mi único templo; justo despues de darte un buen golpe en el vientre y escupirte mi odio en la cara.