Penúltima entrada al blog.

Querido Lector: Quería dejar el título y la fecha, el relato me parecía autoevidente. Luego, la segunda línea confirmaba lo dicho y quise ponerla entre dos paréntesis (protegen una humilde idea secundaria de acabar eliminada), para que la pobre no se fuera, porque le tomé cariño. Me fui haciendo amiga de la frase, ya no temía -ella- que me fuera a distraer o a arruinar la simple belleza de un título y una fecha: la de hoy. Entonces resolví seguir escribiendo, porque escribir por el placer de hacerlo también produce cosas – A escribir se aprende escribiendo. Se me hace valioso llegar a hacerlo. Te escribo, querido lector, porque es una forma de matar las tardes que acaban prematuramente después de asomar al espejo a una mujer que, en una contracción, puede ser madre de universos alternativos. Desde luego, ¡Cómo no!, Hubiera preferido interactuar, lector mío, que me contaras tú a mi una historia de cualquier lugar del mundo, autobiográficas todas. Sirvan pues estas líneas de paliativo para comunicarme contigo. (Esto no se ve en el papel, acabo de limpiar la frase con dos dedos). ¿Cómo hacemos para que al menos, recibas esto en papel?, ¿Por qué pienso que quieres recibir papeles? Ahora ven, divaguemos acerca de la importancia que le damos a las cosas de papel. Puedes defender el papel, con unos valores más estéticos y los entiendo y creo que los comparto; o puedes defender la idea, más allá del vehículo que emplee. Hoy me inclino a pensar como las segundas. Así que, para no privarme de la satisfacción de la necesidad de que me leas, pongo esto por aquí -en papel, primero- a la espera de que se atreva a subirse a la nube mensajera que ahora entrega las cartas. Siento placer, lector, porque ya casi termino la página. -Si tú me sigues leyendo, me interrumpo menos. Gracias por el Sol, por la tarde, por el olor a menta, por enseñarme a la señora que fuma flores. Termino profundamente agradecida porque, si leyeras esto, sucedería la infinita magia de prolongar una conversación que pudo haberse quedado en pausa, como un juego de ajedrez, o mejor aún, la jugo de naranja expectativa de comenzar una nueva. Y si no me lees, gracias a la idea de que lo hicieras, volví a la pluma, y la extrañaba tanto. Me preguntaba (la versión en papel empezaba este párrafo con una pregunta que incluía la palabra pena) si quería repetir, ahora que escribo en la pantalla, estoy convencida de querer hacerlo. Pero eso no te emplace, lector mío, soy yo y mi búsqueda de bucles. Hoy entendí cosas, entendí por qué puede llegar a ser tan terrible verme privada del placer. Es hedonismo juvenil, que resulta tan diferente del hedonismo maduro. Cuando no sabes muy bien cómo un fenómeno te estimula la producción de dopamina, sueles errar un poco para lograr repetir la conducta. El proceso de experimento te lleva a prácticas que no necesariamente concluyen en éxito. Pero con el tiempo… ah, con el tiempo… con el tiempo se logra una maestría que no tiene interés en andarse por las ramas. Y luego volteo y veo que no falta mucho para llenar otra hoja. Me lleno de gratitud cada vez que llego a sentir que se acerca el final de una pequeña meta. Dopamina. Eso debería ser bastante evidencia para darme cuenta de que tengo que ponerme metas más ambiciosas. Gracias de nuevo, querido lector, tengo que irme. Ha sido un placer. M.

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