confesión

Querida Margarita:

Te había contado antes de Mefistófeles, creo que te hablé de que vive en X, que antes era poesía en las rocas, pero ahora le ha dado por ser narrativa fina (risas). Ya sé que no es plan  gastarme la tinta en descripciones, así que ya mismo cambio de párrafo.

La serie de acontecimientos que sucedieron para que llegara a este punto, serian para cualquiera que se precie de ser sensato suficientes para correr y llamar a un especialista, para cerrar la puerta en la nariz y no volver a abrirla nunca.

Por muchos años ese personaje ha estado en mi vida, intermitentemente, que es la única forma de permanencia cuando se es tan inconstante como yo; nunca había ocurrido nada digno de mención, pero de pronto vino a mí la primavera pasada y se presentó en mi puerta  con careto de demonio en ruinas, profundamente cansado y al borde de la vida. No sentí piedad, su estado me despertó algo más parecido a la empatía fraterna y lo curé, con ese toque de sal que solo yo tengo, lo curé del polvo, de la niebla, de  la gente, y lo absolví de la condena a vida que le habían dictado. Lo hice con extrema diligencia, como se hacen las reparaciones en los autos clásicos, hice de ese proceso un hobby y encontré refugio a mi vez, del propio huracán de lo cotidiano.

Al ver concluida mi empresa, me gocé en mi logro sin dar crédito a nadie más, eso se llama Soberbia y Dios lo castiga severamente. El asunto es que al darse cuenta “mi paciente” de lo que ocurría, me advirtió de inmediato que no podía ser yo remedio y causa de un mal nuevo, me dio las gracias y se marchó…

Esta lejanía no duró demasiado (ya había mencionado que es intermitente) y regresó con gracia, me perdonó gentilmente y me dejó que le besara los pies. Entonces me dijo que podía dormir en el borde de su cama, en tanto dejara los viejos hábitos y le endosara mi vida, debía escupir sobre lo dicho y jurarle la más profunda devoción, esto a cambio de una o dos visitas al año y algo de poesía conjugada en la segunda persona del plural ¡El muy perro! Quería mi vida y mi muerte a cambio de migas de pan, entenderás amiga mía que ante un ofrecimiento tan indignante, ante tan mal negocio no pude más que aceptar con una sonrisa y firmar con sangre lo manifestado.

Así que heme aquí, que vine a contarte, a cumplir mi promesa de que serias ela primera en enterarse, no sé si me explico, que amo como cuentan que es debido: generosamente, sin miedo y con muchas ganas de que el mundo acabe.

Fausto.

Comentarios

moria dijo…
UPDATE:Fuck it, anyway!

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