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Te soñé. Eres, para mi inconsciente, la representación de la malevolencia en todos los marcos teóricos que sea capaz de construir. Y eso, amigo mío, es un cumplido. 

Entre el plagio y la prudencia.

La ceniza helada agranda la desesperación. Es terrible seguirse a sí mismo.  Lo hicimos todo, lo quisimos todo, lo pudimos todo y se nos quebraron las manos y los dientes mordiendo hierro con fuego.  ¿En qué bosques de fusiles ocultaremos estos despojos? -Como se desciende de lo cotidiano a lo infinito, desbarrancándose mundo abajo- En esta prudencia, que suele ser el bálsamo de la vejez.  todas las cosas ladran. Quiero decir: aturdido, cansado,  con la sensación categórica de haberme equivocado en todo lo ejecutado,  abandonado, desperdiciado, atropellado al (por, para) avatar del destino en la inutilidad de existir.  ¡Soy el coordinador de la falacia! Lo gané todo. Como Dios y sus guerras.  Gané perdiendo el derecho a perder. Anhelo el vagabundaje y las discusiones fundamentales con esa loquita que no come peces libres y bebe leche fresca. Se viene la tarde en la literatura y no hice lo que debí cuando sólo hice lo que es debido:  El

Para ser usado en mi contra.

"Sus ojos tenían un parecido al abismo, pero más oscuro" Pasó por fin. Vino ese airecillo cuaresmeño, con su tufo a beatitud a cortarnos las malas intenciones. Se acabó el juego. Una puta tolvanera en la literatura de colchones desinfectados nos nubló la vista...chocamos. No eres el diablo. Es cierto. Pero con qué devoción memoricé tus proverbios con qué disciplina aprendí tus mandamientos con cuántas ganas de venderte mi alma me sentaba en tu mesa. Pateando huesos en una tumba de besos rancios, palpitando con las moléculas despiertas, con los poros desequilibrados, te busco y te encuentro, desde siempre, a dos pasos de la morgue. Contenido y continente, grano y pelo, grasa y dientes te buscan. Se me agrieta la piel en este rechinar de encías, desdentadas ya de tanto desearte, de mirar el donaire de aliñarte la corbata. No te amo. Es cierto. Pero cómo te amo cuando veo que respiras. Caro pago, amigo mío, el armisticio que inventaste. Con un cerco