Para ser usado en mi contra.
"Sus ojos tenían un parecido al abismo,
pero más oscuro"
Pasó por fin.
Vino ese airecillo cuaresmeño, con su tufo a beatitud a cortarnos las malas intenciones.
Se acabó el juego.
Una puta tolvanera en la literatura de colchones desinfectados nos nubló la vista...chocamos.
No eres el diablo. Es cierto.
Pero con qué devoción memoricé tus proverbios
con qué disciplina aprendí tus mandamientos
con cuántas ganas de venderte mi alma me sentaba en tu mesa.
Pateando huesos en una tumba de besos rancios,
palpitando con las moléculas despiertas, con los poros desequilibrados,
te busco y te encuentro, desde siempre, a dos pasos de la morgue.
Contenido y continente, grano y pelo, grasa y dientes te buscan.
Se me agrieta la piel en este rechinar de encías, desdentadas ya de tanto desearte,
de mirar el donaire de aliñarte la corbata.
No te amo. Es cierto.
Pero cómo te amo cuando veo que respiras.
Caro pago, amigo mío, el armisticio que inventaste.
Con un cerco sitias mis salidas y languidezco de hambre
y el agua hedionda, estancada de mis otrora ríos claros se deseca y me pudre las venas.
Este pueblo de mí que se muere de tu puta paz
saquea, rapiña y viola mi consciencia.
Corroído todo por tu decreto final,
que a la manera de dictador todopoderoso, colérico, enfermado de poder
prende en llamas al pueblo entero, que como cebo en anzuelo,
mezcla sus entrañas con el barro y con el llanto.
Y el Dios-hombre, elevado en su tronillo imaginario
se quema también,
y ríe y se lamenta
por perderlo todo.
No soy real. Es cierto.
Pero cómo quise darte de comer. Cómo quise amamantarte
y parirte en esta realidad que existo.
Cómo quise nacerte y que fueras tú mi padre y yo tu madre, y que nos hiciéramos carne y nos muriéramos de carne.
Me acusaste con las fauces sucias de un amor pautado.
Y yo, agradecida y de rodillas te invocaba con miedo y asco de volver a morirte, yo a ti. Morirte, como si mi vida fuera tuya y tu vida y mía para morirla cuando me embistes.
Me acusaste de un culto pagano, ¡a mí
que no me alcanzaba la fe para adorarte!
Y sin más Dios que tu mandato,
cadáveres de besos muertos de hambre y disentería
se me apilan en las zanjas de los ojos.
Y tú, ustedes, los tres,
muertos o anestesiados,
me miran,
me sonríes y me regalas un libro nuevo.
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