Elogio de la Mosca (fragmento)
1.- La mosca no es el más diminuto de los seres alados, si se la compara con los mosquitos y con otros insectos más livianos; supera a estos en tamaño, pero no alcanza el de la abeja. No tiene, como los demás habitantes del espacio, el cuerpo cubierto de plumas, las más largas de las cuales sirven para volar; pero sus alas parecidas a la de los saltamontes, las cigarras y las abejas, están formadas por una membrana cuya delicadeza excede tanto la de otros insectos como un tejido de Grecia. Va adornada de matices como los pavos reales, si se la observa con atención, en el momento en que, desplegándose al sol, se dispone a volar.
2.- Su vuelo no es, como el de los murciélagos, un batir de alas interrumpido, ni un salto como el del saltamontes; no hace oír un sonido estridente como la avispa, sino que planea con gracia en la zona del espacio a la que puede elevarse. Tiene todavía otra ventaja; la de que no permanece en silencio, sino que canta mientras vuela, sin producir de todos modos el ruido insoportable de los moscardones y mosquitos, ni el zumbido de la abeja, ni el temblor terrible de la avispa: ella les aventaja a todos en dulzura, del mismo modo que la flauta posee acentos más melodiosos que la trompeta y los tambores.
3.- Por lo que se refiere al cuerpo, su cabeza se haya adherida al cuello por una sujeción extraordinariamente tenue; se mueve en todas direcciones con facilidad y no permanece quieta como el saltamontes; sus ojos son saltones, sólidos, y se parecen mucho a antenas; su pecho está bien encajado, y los pies se adhieren, sin quedar pegados como el de la avispa.
Su vientre está fuertemente protegido, y parece una coraza con sus franjas y sus escamas. No se defiende de sus enemigos con su trasero, como la avispa y la abeja, sino con la boca y la trompa, de la que está armada, como los elefantes, y de la que se vale para agarrar los alimentos, coger los objetos, a los que se adhiere por medio de un cotiledón colocado en su extremo. Le sobresale un diente con el que aguijonea y bebe la sangre. También bebe leche, pero prefiere la sangre, y su punzada no causa mucho dolor. Tiene seis patas, pero camina sólo con cuatro; las dos delanteras le sirven de manos. Se la ve pues andar con cuatro patas, sosteniendo en sus manos algún alimento que mantiene en el aire de un modo muy humano, absolutamente como nosotros.
4.- No nace tal como la vemos: es al principio un gusano que se reproduce en el cadáver de un hombre o de un animal; pronto se le forman los pies, y le crecen las alas, de reptil se convierte en pájaro; después, fecunda a su vez, produce un gusano destinado a ser más tarde una mosca. Se nutre con los hombres, es su comensal y su invitada, y gusta de todos los alimentos excepto del aceite: beberlo representa para ella la muerte. Por rápido que sea su destino, pues su vida se haya limitada a un corto intervalo, está a gusto a la luz del sol y vagabundea por ahí de día. Por la noche, descansa en paz, no vuela ni canta sino que permanece acurrucada y sin movimiento.
5.- La mosca tiene tal fortaleza, que hiere todo lo que muerde. Su mordedura no sólo penetra la piel del hombre, sino que también la del caballo y la del buey. Atormenta al elefante, introduciéndose en sus pliegues, y lo hiere con su trompa en la medida que el espesor de su piel se lo permite. En sus amores y su himeneo, goza de la más completa libertad; el macho como el gallo, no se apea tan pronto como se ha sabido, y cabalga durante tanto tiempo a la hembra, que esta lleva a su esposo en la espalda y vuela así con él, sin que nada perturbe su unión aérea. Si se le corta la cabeza, el resto del cuerpo sigue vivo y respira aún por mucho tiempo.
6.- Pero el don más precioso con la que la ha engalanado la naturaleza es el del que voy a hablar ahora; me parece que Platón ha observado este hecho en su libro sobre la inmortalidad del alma. Cuando la mosca ha muerto, si se le echa un poco de ceniza, resucita al instante, como si renaciera, y recomienza una segunda vida. Lo cual debería servir para que todo el mundo estuviera convencido de que el alma de las moscas es inmortal, y de que, si ella se aleja de su cuerpo por algunos instantes, regresa poco después, lo reconoce, lo reanima y lo hace reemprender el vuelo. En fin, convierte en verosímil la fábula de Hemotimus de Clazomena, que decía que a menudo su alma le abandonaba, y viajaba sola, para regresar enseguida, reingresando en su cuerpo y resucitando a Hermotimus.
7.- Hay una especie singular de moscas grandes, que acostumbran a llamarse moscas de cuartel o moscardones: dejan oír un zumbido muy pronunciado; su vuelo es rapidísimo; disfrutan de larga vida y pasan el invierno sin ingerir alimentos, escondidas de preferencia en los artesonados. Lo más extraordinario es que realizan por turnos las funciones de macho y de hembra, montando a la otra tras haber sido montada, y reuniendo, como el hijo de Mercurio y Afrodita, doble sexo y doble belleza. Podría añadir muchas anécdotas a este elogio, pero me detengo, temeroso de parecer, como dice el refrán, que quiero hacer de una mosca un elefante.
2.- Su vuelo no es, como el de los murciélagos, un batir de alas interrumpido, ni un salto como el del saltamontes; no hace oír un sonido estridente como la avispa, sino que planea con gracia en la zona del espacio a la que puede elevarse. Tiene todavía otra ventaja; la de que no permanece en silencio, sino que canta mientras vuela, sin producir de todos modos el ruido insoportable de los moscardones y mosquitos, ni el zumbido de la abeja, ni el temblor terrible de la avispa: ella les aventaja a todos en dulzura, del mismo modo que la flauta posee acentos más melodiosos que la trompeta y los tambores.
3.- Por lo que se refiere al cuerpo, su cabeza se haya adherida al cuello por una sujeción extraordinariamente tenue; se mueve en todas direcciones con facilidad y no permanece quieta como el saltamontes; sus ojos son saltones, sólidos, y se parecen mucho a antenas; su pecho está bien encajado, y los pies se adhieren, sin quedar pegados como el de la avispa.
Su vientre está fuertemente protegido, y parece una coraza con sus franjas y sus escamas. No se defiende de sus enemigos con su trasero, como la avispa y la abeja, sino con la boca y la trompa, de la que está armada, como los elefantes, y de la que se vale para agarrar los alimentos, coger los objetos, a los que se adhiere por medio de un cotiledón colocado en su extremo. Le sobresale un diente con el que aguijonea y bebe la sangre. También bebe leche, pero prefiere la sangre, y su punzada no causa mucho dolor. Tiene seis patas, pero camina sólo con cuatro; las dos delanteras le sirven de manos. Se la ve pues andar con cuatro patas, sosteniendo en sus manos algún alimento que mantiene en el aire de un modo muy humano, absolutamente como nosotros.
4.- No nace tal como la vemos: es al principio un gusano que se reproduce en el cadáver de un hombre o de un animal; pronto se le forman los pies, y le crecen las alas, de reptil se convierte en pájaro; después, fecunda a su vez, produce un gusano destinado a ser más tarde una mosca. Se nutre con los hombres, es su comensal y su invitada, y gusta de todos los alimentos excepto del aceite: beberlo representa para ella la muerte. Por rápido que sea su destino, pues su vida se haya limitada a un corto intervalo, está a gusto a la luz del sol y vagabundea por ahí de día. Por la noche, descansa en paz, no vuela ni canta sino que permanece acurrucada y sin movimiento.
5.- La mosca tiene tal fortaleza, que hiere todo lo que muerde. Su mordedura no sólo penetra la piel del hombre, sino que también la del caballo y la del buey. Atormenta al elefante, introduciéndose en sus pliegues, y lo hiere con su trompa en la medida que el espesor de su piel se lo permite. En sus amores y su himeneo, goza de la más completa libertad; el macho como el gallo, no se apea tan pronto como se ha sabido, y cabalga durante tanto tiempo a la hembra, que esta lleva a su esposo en la espalda y vuela así con él, sin que nada perturbe su unión aérea. Si se le corta la cabeza, el resto del cuerpo sigue vivo y respira aún por mucho tiempo.
6.- Pero el don más precioso con la que la ha engalanado la naturaleza es el del que voy a hablar ahora; me parece que Platón ha observado este hecho en su libro sobre la inmortalidad del alma. Cuando la mosca ha muerto, si se le echa un poco de ceniza, resucita al instante, como si renaciera, y recomienza una segunda vida. Lo cual debería servir para que todo el mundo estuviera convencido de que el alma de las moscas es inmortal, y de que, si ella se aleja de su cuerpo por algunos instantes, regresa poco después, lo reconoce, lo reanima y lo hace reemprender el vuelo. En fin, convierte en verosímil la fábula de Hemotimus de Clazomena, que decía que a menudo su alma le abandonaba, y viajaba sola, para regresar enseguida, reingresando en su cuerpo y resucitando a Hermotimus.
7.- Hay una especie singular de moscas grandes, que acostumbran a llamarse moscas de cuartel o moscardones: dejan oír un zumbido muy pronunciado; su vuelo es rapidísimo; disfrutan de larga vida y pasan el invierno sin ingerir alimentos, escondidas de preferencia en los artesonados. Lo más extraordinario es que realizan por turnos las funciones de macho y de hembra, montando a la otra tras haber sido montada, y reuniendo, como el hijo de Mercurio y Afrodita, doble sexo y doble belleza. Podría añadir muchas anécdotas a este elogio, pero me detengo, temeroso de parecer, como dice el refrán, que quiero hacer de una mosca un elefante.
Luciano de Samosata
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"La vida me lleva por el camino fijado en el horizonte de la luz
del último ojo animal del humano derrotado bajo la alfombra..."
Belmar